lunes, 16 de enero de 2012

El reportero viajero

Existen muchas maneras de viajar. En su inmensa mayoría -las estadísticas arrojan cifras de vértigo: un noventa y cinco por ciento-, la gente viaja para descansar. Lo que desea es alojarse en hoteles de lujo en primera línea del mar y comer manjares suculentos. No importa dónde, en las Canarias o en las islas Fidji, tanto da. Los jóvenes tienen cierta inclinación por el viaje-deporte de aventura; se fijan como meta, por ejemplo atravesar África de norte a sur o recorrer todo el curso del Danubio en una canoa. No les interesan las personas que encuentran por el camino; su objetivo consiste en demostrarse a sí mismos lo mucho que son capaces de hacer y lo bien que saben superar las dificultades. Hay viajes inherentes a determinadas profesiones y los que se hacen por la fuerza: aunque sui géneris, los desplazamientos de los pilotos de aviación y los de los refugiados no dejan de ser viajes. Para mí, los más preciados son los del reportero, etnográficos, antropológicos y cuya finalidad consiste en un mejor conocimiento del mundo, de la historia, de los cambios que se operan en la Tierra. Y luego, la labor de compartir el saber acumulado. Exigen esfuerzo y concentración, pero gracias a ellos el mundo y las leyes que lo rigen resultan más comprensibles.

Ryszard Kapuściński


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